La obra del norteamericano se publicó por primera vez en la edición dominical del New York Herald el 15 de octubre de 1905 y su protagonista era un niño llamado Nemo. Cada página dominical de la serie correspondía a un sueño suyo.
El protagonista despertaba siempre en la última viñeta de la página, a veces entre llantos, cayendo de la cama, o debiendo ser atendido por sus padres.
Los sueños de Nemo, sin embargo, tenían continuidad narrativa, lo que daba a la serie una estructura folletinesca muy adecuada para introducir numerosos personajes secundarios y mostrar un mundo de los sueños de una gran riqueza narrativa.


















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