Si alguien les habla de ventresca y, para saber de quƩ les habla, van ustedes al Diccionario, no les entrarƔ precisamente apetito, porque la define, sin mƔs, como "vientre de los pescados", lo que no resulta demasiado apetitoso.
Sin embargo, la ventresca de atĆŗn es un bocado delicioso. TambiĆ©n se le llama, segĆŗn dónde, ijada, chaleco, ventrecha, mendreska... Es, sĆ, la parte ventral del atĆŗn; porque cuando hablamos de ventresca sobreentendemos que nos referimos a la de atĆŗn. Y, mĆ”s concretamente, a la del atĆŗn blanco (Germo o Thunnus alalunga), nombre cientĆfico que hace referencia a la longitud de sus aletas pectorales.
Aunque hay muchas especies de túnidos, fundamentalmente son tres las que mÔs se consumen: el atún rojo (Thunnus thynnus), el citado atún blanco y el atún claro (Thunnus albacares), también llamado "yellowfinn" por tener la aleta amarilla, mientras que el atún rojo, ya ven qué cosas, es llamado también "bluefinn", aleta azul.
El atún rojo es el gigante de la familia. Lo dejaremos en paz: gracias a la sobrepesca exigida por el mercado japonés (el sushi de ventresca de atún rojo, llamada "toro", es de los mÔs apreciados y cotizados) estÔ en grave riesgo de extinción. Mejor dejar que se recupere.
El atĆŗn claro, o rabil, es el que llena la gran mayorĆa de las latas de conserva. Es pez de aguas cĆ”lidas. No estĆ” mal, quĆ© va a estarlo, pero... al lado de su primo el atĆŗn blanco resulta un tanto basto. El atĆŗn blanco, al que en el norte de EspaƱa se le llama "bonito", e incluso se envasa con ese nombre, que es incorrecto, pero que estĆ” consagrado por el uso.
Se pesca con caƱa, desde unos barcos que, cuando yo era niƱo, llamaban mi atención. Pintados de colores vivos (verde, rojo, azul...) estaban atracados esperando el comienzo de la campaƱa (costera, se llama) con sus tanques de cebo vivo. Eran muy bonitos. La mayorĆa de ellos, matriculados en el PaĆs Vasco.
En fresco, ese atĆŗn da magnĆficos resultados. QuizĆ” la receta reina sea el llamado "marmitako" (literalmente, "de la marmita"), guiso que cocinaban los propios pescadores a bordo de sus barcos. Naturalmente, el guiso desembarcó... y se hizo popular. EstĆ” estupendo, la verdad.
La ventresca, en fresco tambiĆ©n, se suele hacer a la parrilla. Tengo para mĆ que era un bocado reservado tambiĆ©n a los marineros: no es un trozo de aspecto atractivo. Pero tiene unas infiltraciones grasas que lo hacen jugoso, suculento, sabrosĆsimo...
Y, lo digo en serio, la ventresca es la reina de las conservas marineras. Enlatada con el cuidado con que se envasa en el norte de EspaƱa, es una delicia, incluso visual: abre uno la lata y se encuentra con esa carne blanca, estibada en lĆ”minas, perfectamente limpia, lista para comer... Eso sĆ, el lĆquido de gobierno ha de ser aceite virgen de oliva. Pueden usarlo, o pueden escurrir bien la ventresca y aliƱarla con aceite (siempre virgen) limpio. Un poco de pan de trigo, un buen vino blanco... y a disfrutar, sin mĆ”s problemas.
Naturalmente, pueden ustedes usar las lĆ”minas de ventresca de atĆŗn para ilustrar una ensalada (rusa o no); da magnĆficos resultados servida con unos pimientos rojos navarros, de los llamados "del piquillo", simplemente pasados por la sartĆ©n al salir de la lata para darles temperatura. Se encuentran con facilidad; si no fuera asĆ, usen pimientos rojos muy finos, y no picantes, o muy poco: el protagonista debe ser el atĆŗn.
Ventresca. Lo mejor del atún. Y, de todos los atunes, mejor la del blanco, la de fino de los atunes. Cuando prueben una buena ventresca en aceite de oliva, en las condiciones antes apuntadas, ya verÔn por qué la tenemos por la reina de las conservas marinas. Se lo merece.
EFE / LIM
































